1/L/2015
Incidente Primero: de cómo Gaviola empezó a ser divina
Hoy me he
levantado con ganas de ser Dios. Así que he entrado en el Cielo, me he puesto
en jarras frente a Dios y le he dicho:
-¡Quiero
ser Dios!
A
mí no me ha parecido que utilizara una voz tan enérgica como me hubiese
gustado. Y es que Dios siempre me atemoriza bastante. Pero, curiosamente, Dios,
que estaba a lo suyo, me ha respondido sin mirarme siquiera:
-Como
quieras. Que conste que tú lo has decidido. Desde este momento eres dios.
No me ha gustado demasiado que me
nombrara “dios” con minúsculas cuando yo siempre le he respetado a Él el
tratamiento; aunque -metidos en miedos- hasta a mí me entra recelo de
apoderarme de las mayúsculas para estos menesteres. Pero lo que menos me ha
gustado es lo que iba diciendo cuando ha abandonado su trono, mientras yo me
arrellanaba en él:
-Te vas a enterar a partir de ahora de
lo que hacen por ahí en nombre tuyo... que no hay como ser Dios para empezar a
conocer lo que es la culpa, o para tener que aguantar cafres que, en nombre de
Uno, van por ahí matando impíos y enviándomelos en pateras como si el Cielo
fuera su casa, o para empezar a arrepentirte del gran error que fue ponerse a
jugar con el barro haciendo hombrecitos.
¡Qué
más da! A la postre se trataba de ser dios, aunque fuera con minúsculas, y lo
he conseguido. Ahora soy jefe de Ángeles y Demonios, creador del Mundo y señor
de los Hombres. ¿Se puede aspirar a algo
más que a tener la facultad de juzgar, castigar o premiar a todo el Universo?
Por
cierto, a quien corresponda: Recordadme que condecore al Dios saliente cuando
se acaben las Guerras y los saraos que me deja pendientes de ventilar.
¿Qué
por qué?
Pues
porque tanta imprevisión merece un reconocimiento expreso. Mira que haber
tenido el valor de crearme sin recelar que, a la larga, le arrebataría el cetro
y le alzaría el mando de esta tropa...
Gaviola en
MARINEDA. En un 19 de Septiembre de 2004