No sé si la Eternidad existe o no.
Ni siquiera sé si existe la Vida Eterna
Pero,
por si acaso, trataré de ir contando la historia de esta vida mía en la que,
sin comerlo ni beberlo, me he metido en berenjenales que ni tenía previstos, me
paseé por lugares y frenesíes que hacían los años casi efímeros, y he vivido horas
que parecían eternas, mientras El Eterno –siempre a lo Suyo- se hacía el distraído
llamándose andanas[1].
Porque
El Eterno existe. Se lo dice una servidora que, por mor de uno de uno de esos
arranques insensatos que le dan con frecuencia de tercianas, lleva años sacándoLe las castañas[2]
del fuego (eterno) a cualquier hora del día o de la noche, ya sea verano o
invierno, mientras que Él se acoge a sagrado, simulando ignorar que la dichosa
Ley de Acogimiento a Sagrado hace una eternidad que está derogada.
Y
es que, en esta eternidad que es la Vida (¿eterna?) aún existen el día y la
noche, existen estaciones (del tiempo y de las otras); e incluso apeaderos.
Firmado Gaviola
(Con la inexcusable aportación de mi
inseparable Calamidad).
[1]
¿LLAMARSE ANDANAS? Investiguen; investiguen ustedes a ver si no está
justificado ser o no ser ateos:
[2]
CASTAÑAS: digo yo que serán almas. Y no en pena precisamente, sino almas de
cántaro. Por cierto, que recomiendo encarecidamente que indaguen sobre el
significado de la expresión “alma de cántaro”.
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