viernes, 10 de julio de 2015

01. Exposición de Motivos




        No sé si la Eternidad existe o no.       

        Ni siquiera sé si existe la Vida Eterna

        Pero, por si acaso, trataré de ir contando la historia de esta vida mía en la que, sin comerlo ni beberlo, me he metido en berenjenales que ni tenía previstos, me paseé por lugares y frenesíes que hacían los años casi efímeros, y he vivido horas que parecían eternas, mientras El Eterno –siempre a lo Suyo- se hacía el distraído llamándose andanas[1].


        Porque El Eterno existe. Se lo dice una servidora que, por mor de uno de uno de esos arranques insensatos que le dan con frecuencia de tercianas, lleva años sacándoLe las castañas[2] del fuego (eterno) a cualquier hora del día o de la noche, ya sea verano o invierno, mientras que Él se acoge a sagrado, simulando ignorar que la dichosa Ley de Acogimiento a Sagrado hace una eternidad que está derogada.

        Y es que, en esta eternidad que es la Vida (¿eterna?) aún existen el día y la noche, existen estaciones (del tiempo y de las otras); e incluso apeaderos.



Firmado Gaviola

(Con la inexcusable aportación de mi inseparable Calamidad).

[1] ¿LLAMARSE ANDANAS? Investiguen; investiguen ustedes a ver si no está justificado ser o no ser ateos:
[2] CASTAÑAS: digo yo que serán almas. Y no en pena precisamente, sino almas de cántaro. Por cierto, que recomiendo encarecidamente que indaguen sobre el significado de la expresión “alma de cántaro”.

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